El fin de la cultura de masas

Hoy, en Las Penas del Agente Smith hacían un divertido experimento respecto a la famosa frase de Pio Barjo de que “el nacionalismo se cura viajando”. No estoy demasiado de acuerdo con ese planteamiento, creo que, además de viajar, hace falta un estado mental adecuado, pero obviamente ayuda 😉

Este viene a colación a un concepto que me gustría desarrollar en este blog, y es el tema de la “cultura personal” (a falta de un término mejor).

Hasta hace muy poco tiempo, el concepto de “cultura nacional” ha sido, en nuestro entorno al menos, la manera principal de entender el mundo y las relaciones con los demás. De hecho, es una visión del mundo que sigue plenamente vigente, y nos definimos por nuestras nacionalidades, español, francés, etc. Incluso tenemos ideas políticas en las que las nacionalidades son parte importante. Lo que subyace en esta forma de entender el mundo, que viene desde el siglo XIX, es la idea de una cultura nacional propia y distintiva. Cada cultura nacional tiene una serie de elementos propios que la diferencian, como es el caso (muy claro) de la lengua, pero también de fiestas propias, gastronomía, organizaciones territoriales, leyes históricas, etc, etc. Esta cultura, además, es relativamente estable y cambia lentamente.

Este sistema de entender el mundo, bueno, ha tenido su sentido histórico y ha sido (¡y sigue siendo!) muy importante, pero creo que, con la llegada de las nuevas tecnologías y el desarrollo del “mundo pequeño”, irá desapareciendo, o al menos, teniendo menor importancia a favor de una cultura completamente personal e individualizada.

Todas estas tecnologías, junto con los cambios sociales que han traído consigo, nos permiten superar barreras, que hacían la aparición de las culturas masivas inevitables:

  • La barrera geográfica. A día de hoy es posible viajar de una parte a otra del mundo en cuestión de horas. A una escala más pequeña, es posible vivir y trabajar a unos cientos de kilómetros de distancia, o incluso entre lugares más distantes utilizando puente aéreo o teletrabajo. Hay millones de personas que son emigrantes/inmigrantes, de una manera muy dinámica.
  • La barrera de la comunicación. A día de hoy hay más gente que es capaz de expresarse y entender más de un idioma del que haya existido nunca. La lengua franca actual, el inglés,  es practicada no sólo por una élite, sino por gran cantidad de gente que es capaz de comunicarse entre ellos. La comunicación entre diferentes partes del mundo es prácticamente instantánea.
  • La barrera de la clase. La sociedad (al menos la occidental) está más amalgamada que nunca. Las divisiones entre clases o grupos sociales son más pequeñas. Los grupos sociales ya no son prácticamente estancos, como podía pasar antiguamente con la nobleza. La diferencia entre grandes sectores (hombre/mujeres, jovenes/adultos, etc) es más complicada. La afluencia de inmigrantes de distintos lugares del mundo crean nuevos grupos sociales, más pequeños y menos homogéneos. 
  • La barrera de la personalización. Cada vez es más fácil fabricar pequeñas cantidades de manera productiva. Cada vez los servicios pueden ser más personalizados. Hace no muchos años, de productos como la lecha, había dos tipos, normal y desnatada. Ahora puede haber cientos de tipos.

Todos estos elementos permiten que, cada uno de nosotros esté en contacto con muchos más elementos que anteriormente, y podamos configurar una culura mucho más “a la carta”, que incluya componentes que antes hubiésemos asumidos como “extraños”, de manera mucho más natural.

Si antes queríamos irnos a vivir a otro país, debíamos renunciar a muchas cosas de nuestro lugar de origen, el idioma, las noticias, la música, el contacto familiar constante, etc. Ahora mismo podemos “llevarnos” muchas de estas cosas de manera fácil, volver frecuentemente en viajes cortos, etc.

Igualmente, podemos “traernos” muchas manifestaciones culturales de lugares lejanos: cine (americano, europeo, iraní), gastronomía(italiana, mexicana, japonesa), música (africana, latinoamericana, alemana), etc.. En el pasado, estos “contagios” se producían de manera pausada, y normalmente se consumían igualmente de manera masiva. Sin embargo, ahora se posibilita que este contagio sea más directo y mucho más individualizado, sin necesidad de pasar un filtro previo de que “la sociedad”, en su conjunto, lo acepte como interesante o incluso propio.

Por supuesto, estamos todavía al inicio de este cambio. Hemos sido educados en un sistema en el que el mundo “separado” y las culturas de masas son la manera de entender la vida, y especialmente con un matiz nacionalista que defiende “lo tuyo” frente a “lo de fuera”. Los cambios sociales son muy lentos, tardan generaciones. Y no todo el mundo parte de la misma situación ni tiene los mismos recursos.

Sin embargo, creo que esta “atomización” cultural es inevitable en el largo plazo ya que, como seres humanos individuales, tenderemos a buscar nuestra combinación favorita de elementos culturales entre todos los que tengamos disponibles. Y cada vez tenemos más elementos culturales al alcance de la mano.

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